Mi milagro

Después de mucho tiempo que siento que quiero “comerme el mundo”, quiero estudiar, seguir aprendiendo, seguir dando clases, seguir disfrutando al dar una charla, seguir descubriendo, seguir escribiendo… seguir leyendo lo que me gusta… seguir tomándome un café en Starbucks… en resumen seguir aprendiendo de la vida…
Por supuesto y principalmente seguir disfrutando de mi esposa … ahora ella está en su hábitat, en su propio ecosistema, en un mundo particular que disfruta tanto, y me da tanto gusto por ella… les explicaré de manera simple porque…. Ya que es casi un milagro para mí el verla moverse, disfrutar un poco más de la vida, proponiéndose actividades que le hacen sentirse bien… 

Hace varios años atrás ella terminó postrada en la cama por casi año y medio… no quiero detenerme en las causas, pero si quiero graficarles su sufrir: Yo llegaba del trabajo como cada día, solo por algunas horas, para volver a salir a dar clases en otra institución y ella estaba sentada en una silla en la puerta de la casa mirando el jardín, con su mirada perdida, me acercaba a darle un beso en la mejilla y bajito para que no escuchara su mamá que la atendía todo el rato que yo no paraba en casa, con su voz áspera, quedo, tristes me decía: “me duele el cuerpo”, y su voz casi quebrándose… terminaba diciendo, “no quiero seguir viviendo así”

Nunca había imaginado que el alma se pudiera romper, volverse trisas como cuando revientas una luna, una enorme luna donde están dibujadas tus ilusiones y sueños… ese dolor me atravesaba como una espada filosa, embarrada del veneno de la pena y la impotencia.

Trataba de reponerme rápidamente y le respondía: “vamos amor… caminemos un poco juntos”. Ella se apoyaba con dificultad en mi brazo, yo la rodeaba y acercaba a mi cuerpo para que sienta mi cariño, deseaba meterme en su cuerpo y detener los movimientos involuntarios que su sistema nervioso le imponía. Caminábamos solo unas cuadras, ella arrastraba los pies, le costaba mucho caminar, llegábamos a un parque cercano y ella se sentía muy cansada, nos sentábamos a mirar el tiempo pasar, las pocas horas que podíamos pasar juntos, le conversaba de cualquier cosa para no pensar, para dejar de sentir dolor… ella con dificultad recostaba su cabeza en mi hombro y por un momento sentía que eso la calmaba, pero de repente ella misma miraba sus piernas que se movían sin control, como si casi tuvieran vida propia, y sin ver sus ojos, una lágrima caía en mi pantalón...

Por eso ahora que la veo reír, cantar, tomar fotos a casi todo lo que se mueve y no se mueve, cada vez que me dice: “amor… tengo que tomar fotos para el trabajo…. Algo tan simple como eso…  ¡Es todo un milagro para mi!

Con amor…
Angel Crovetto.

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